Cómo prevenir y manejar la descompensación cardíaca tras cirugía

La insuficiencia cardíaca aguda (ICA) tras cirugía no cardiaca es una complicación frecuente e infradiagnosticada con impacto clínico y pronóstico muy relevantes. En un contexto de más de 300 millones de cirugías no cardiacas anuales, su detección precoz y tratamiento protocolizado pueden reducir morbilidad y mortalidad. Este artículo resume la fisiopatología, la identificación del paciente de riesgo, la vigilancia óptima en el posoperatorio y las estrategias terapéuticas basadas en la evidencia, con recomendaciones prácticas para anestesiólogos, cirujanos, intensivistas y cardiólogos.

Magnitud del problema: incidencia y pronóstico

  • Incidencia: las estimaciones varían entre 0,9% y 19% según diseño y criterios diagnósticos. En cohortes contemporáneas, se ha comunicado 1,2% en cirugía de riesgo intermedio/alto en ≥40 años y 2,5% en mayores de 65 años o ≥45 años con enfermedad aterosclerótica; asciende a 4,5% en cirugía urgente/emergente.
  • Pronóstico inmediato: la ICA posoperatoria se asocia a mayor mortalidad intrahospitalaria (8%) en comparación con la insuficiencia cardíaca crónica sin descompensación (4%).
  • Pronóstico a 1 año: mortalidad del 44% tras un episodio de ICA posquirúrgica frente al 11% sin ICA; el riesgo ajustado de muerte es superior (razón de riesgos 1,7). El peor resultado se observa en ICA «aguda sobre crónica» (52%); en ICA de novo la mortalidad es 36%.
  • Rehospitalizaciones: 15% por insuficiencia cardíaca en el primer año.

Fisiopatología: por qué se descompensan

La ICA posoperatoria resulta de la interacción entre un sustrato predisponente, la agresión quirúrgica y factores amplificadores. El estrés quirúrgico activa el eje simpático–adrenomedular y la cascada renina–angiotensina–aldosterona, favoreciendo taquicardia, vasoconstricción y retención hídrica. Se suma una respuesta inmunoinflamatoria (IL6, TNFα, proteína C reactiva) y un estado protrombótico. La anestesia puede modular el estrés, pero también inducir vasodilatación e hipotensión. En pacientes con reserva cardiovascular reducida, estos cambios aumentan presiones de llenado y desencadenan congestión pulmonar.

  • Factores desencadenantes frecuentes: dolor (catecolaminas), anemia (demanda de gasto), hipovolemia o sobrecarga de fluidos, arritmias (especialmente fibrilación auricular rápida), lesión miocárdica perioperatoria y síndrome de respuesta inflamatoria sistémica.
  • Temporalidad: ~50% de episodios ocurren en la primera semana; el riesgo persiste hasta 15–30 días si no se reinicia el tratamiento de base o persisten desencadenantes.
  • Cirugías de mayor riesgo: vascular, torácica y ortopédica.

Identificación preoperatoria del paciente de riesgo

La insuficiencia cardíaca crónica es prevalente en candidatos a cirugía y aumenta de forma independiente la mortalidad posoperatoria. La evaluación sistemática preoperatoria debe incluir síntomas (NYHA), signos, FEVI, medicación, biomarcadores y, cuando proceda, ecocardiografía.

  • Biomarcadores: troponina cardiaca de alta sensibilidad (para detectar lesión miocárdica crónica) y péptidos natriuréticos (BNP/NT-proBNP) aportan estratificación de riesgo.
  • Pacientes sin diagnóstico previo: la edad avanzada y comorbilidades (enfermedad coronaria/periférica, diabetes, EPOC, anemia, FA), cirugía urgente y la lesión miocárdica crónica aumentan el riesgo de ICA posoperatoria; conviene un cribado activo con péptidos natriuréticos y ECG en candidatos seleccionados.
  • Cuándo posponer: en descompensación manifiesta (NYHA IV o signos de congestión), diferir la cirugía electiva hasta compensar. En NYHA III, optimizar y desacongestionar antes de cirugía programada.
  • Tratamiento de fondo: mantener la terapia indicada por guías siempre que sea posible. La continuidad de inhibidores del sistema renina–angiotensina antes de cirugía no incrementa complicaciones frente a su suspensión en población general quirúrgica. Con iSGLT2, vigilar el raro riesgo de cetoacidosis euglucémica en diabetes: reintroducir de forma cauta cuando el estado clínico y la ingesta sean adecuados.

Vigilancia y diagnóstico en el posoperatorio

Los síntomas pueden ser atípicos o atribuirse erróneamente al posoperatorio (náuseas, astenia, dolor). La vigilancia activa reduce retrasos diagnósticos:

  1. Monitorización clínica dirigida a detectar congestión, hipoxemia, hipotensión y arritmias.
  2. Biomarcadores: la estrategia de cribado de lesión miocárdica perioperatoria con troponina puede destapar ICA como causa de la elevación. Los péptidos natriuréticos ayudan a confirmar ICA, con matices:
    • Cribado de insuficiencia crónica (ritmo sinusal): NT-proBNP <125 ng/L o BNP <35 ng/L hacen improbable la enfermedad; valores ≥300 ng/L (NT-proBNP) o ≥80 ng/L (BNP) la hacen probable.
    • Con fibrilación auricular: umbrales más altos (NT-proBNP ≥600 ng/L; BNP ≥150 ng/L).
    • Presentación aguda: NT-proBNP >450 ng/L (<50 años), >900 ng/L (50–75 años) y >1.800 ng/L (>75 años); BNP >400 ng/L. En IMC ≥35 kg/m2, reducir umbrales 50%.
  3. Ecocardiografía temprana con umbral bajo para confirmar congestión, valorar FEVI y descartar causas precipitantes (isquemia, valvulopatía, disfunción derecha).
  4. Diagnóstico diferencial posoperatorio: neumonía, atelectasia, tromboembolia pulmonar, EPOC o trastornos metabólicos pueden coexistir o precipitar ICA.

Manejo agudo: descompensación congestiva

El objetivo inicial es la descongestión completa y el control de precipitantes, adaptando la estrategia hemodinámica:

  • Diuréticos de asa i.v.: furosemida 1 mg/kg o ≥40 mg en bolo (o el 50% de la dosis oral diaria total previa), con reevaluación estrecha y ajustes. Vigilar electrolitos; introducir precozmente antagonistas de mineralocorticoides (espironolactona/eplerenona) para limitar hipopotasemia. Si respuesta insuficiente, asociación secuencial (tiazidas/metolazona o acetazolamida).
  • Vasodilatadores i.v. y ventilación no invasiva: en edema agudo con presión arterial sistólica ≥110 mmHg, nitroglicerina o dinitrato de isosorbida pueden aliviar la congestión; la ventilación con presión positiva reduce el trabajo respiratorio y la necesidad de intubación si no hay contraindicaciones.
  • Arritmias: la fibrilación auricular rápida es un desencadenante clave; controlar frecuencia/ritmo según estabilidad hemodinámica.
  • Bajo gasto/hipoperfusión: valorar inotrópicos y, si precisa, vasopresores siguiendo una clasificación de gravedad tipo SCAI para reconocimiento precoz de shock cardiogénico.
  • Disfunción del ventrículo derecho: evitar tanto hipovolemia como hipervolemia; corregir hipotensión, hipoxemia e hipercapnia; considerar vasodilatación pulmonar selectiva (óxido nítrico inhalado o prostaglandinas) y descartar tromboembolia pulmonar.

Optimización antes del alta y prevención de recaídas

  • Estatus euvolémico: condición indispensable antes del alta; la congestión residual predice rehospitalizaciones.
  • Tratamiento de base: iniciar y/o titular antes del alta las clases recomendadas: IECA o sacubitrilo/valsartán, antagonistas de mineralocorticoides, betabloqueantes e iSGLT2 en FEVI reducida. En FEVI preservada, iSGLT2 muestran beneficio; en FEVI preservada o ligeramente reducida, el uso de antagonistas de mineralocorticoides reduce eventos/rehospitalizaciones en la evidencia disponible.
  • Interacciones y carga de fluidos: minimizar diluciones i.v. innecesarias; vigilar interacciones relevantes (p. ej., anfotericina B con hipopotasemia, potenciación de ototoxicidad con aminoglucósidos y diuréticos de asa, hipomagnesemia con inhibidores de la bomba de protones; riesgo de hiperpotasemia con IECA/ARA/ARNI y trimetoprim o ciertos antifúngicos).
  • Seguimiento y educación: cita a 2–4 semanas, revisión de signos de congestión, adherencia y ajuste de fármacos; educación del paciente sobre autocuidado y señales de alarma.

Mensajes clave

  • La ICA tras cirugía no cardiaca es más letal de lo que se asume: mortalidad 8% intrahospitalaria y 44% al año.
  • La vigilancia proactiva con troponina y péptidos natriuréticos, junto con un umbral bajo para ecocardiografía, mejora la detección temprana.
  • La descongestión intensiva, el control de arritmias y la corrección de desencadenantes son el núcleo del manejo agudo.
  • Reiniciar y optimizar el tratamiento de fondo antes del alta reduce rehospitalizaciones.

Relevancia clínica

Reconocer que casi la mitad de los casos son de novo y que muchos pacientes no son evaluados por cardiología exige protocolos transversales. Incorporar biomarcadores y circuitos de interconsulta temprana puede cambiar el pronóstico a corto y largo plazo.

Aplicación práctica

  1. Preoperatorio: documentar NYHA, FEVI y biomarcadores en pacientes seleccionados; optimizar tratamiento y balance hídrico; diferir cirugía si hay descompensación.
  2. Posoperatorio: monitorizar clínicamente, solicitar troponina y BNP/NT-proBNP cuando esté indicado, realizar ecocardiografía precoz ante sospecha.
  3. Tratamiento: diuréticos de asa con estrategia secuencial, vasodilatadores si la presión lo permite, ventilación no invasiva en edema, manejo activo de FA y prevención de shock cardiogénico.
  4. Alta: confirmar euvolemia, iniciar/titular IECA o sacubitrilo/valsartán, antagonistas de mineralocorticoides, betabloqueantes e iSGLT2 según FEVI; plan de seguimiento y educación.

Impacto en la práctica clínica

Implementar rutas asistenciales centradas en ICA posoperatoria puede reducir muertes tempranas y rehospitalizaciones. La coordinación entre anestesia, cirugía, medicina intensiva y cardiología, con uso racional de biomarcadores y ecocardiografía, permite detectar precozmente la descompensación y optimizar el tratamiento, asegurando continuidad terapéutica tras el alta.

Referencias:

  1. Eur Heart J. - Acute heart failure in non-cardiac surgery: A clinical consensus statement of the Association for Acute CardioVascular Care (ACVC) and the Heart Failure Association (HFA) of the ESC

 

Dr. Ramón Bover Freire

Ramón Bover Freire

Cardiólogo en el H. Clínico San Carlos de Madrid. Coordinador Unidad de Prevención y Rehabilitación Cardiaca. Diplomado en Estadística en Ciencias de la Salud por la Universidad Autónoma de Barcelona. ESADE Executive Education “Dirección de Servicios Integrados de Salud”.

@RamonBover

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