El ictus es una de las principales causas de muerte y discapacidad en el mundo. Según datos recientes, aproximadamente 600.000 personas en los Estados Unidos sufren un primer ictus cada año, mientras que 200.000 experimentan un ictus recurrente. Con un manejo adecuado y la implementación de estrategias preventivas, más de la mitad de estos eventos podrían prevenirse. Esta guía actualizada de 2024 reemplaza la versión de 2014 y ofrece recomendaciones basadas en la evidencia para la prevención del primer ictus en adultos. Las recomendaciones abarcan desde cambios en el estilo de vida hasta el manejo de factores de riesgo a través de intervenciones médicas.
El documento está organizado en varios apartados que incluyen la evaluación de los pacientes, los comportamientos y factores de salud a gestionar, y recomendaciones específicas para diferentes poblaciones en riesgo.
Principales Mensajes
Entre los diez principales mensajes clave de la guía destacan:
- La importancia del acceso continuo a la atención primaria para evaluar y optimizar la salud cerebral y cardiovascular.
- La inclusión de los determinantes sociales de la salud como factores clave para la prevención del ictus.
- La dieta mediterránea como recomendación nutricional esencial para la reducción del riesgo de ictus.
- La necesidad de actividad física regular y la reducción de comportamientos sedentarios para prevenir el ictus.
- La recomendación de agonistas del receptor del péptido 1 similar al glucagón (arGLP-1) para pacientes con diabetes y alto riesgo cardiovascular.
- El manejo agresivo de la hipertensión, recomendando el uso de múltiples fármacos cuando sea necesario para alcanzar objetivos de presión arterial.
- El uso de terapia antiplaquetaria para prevenir el ictus en personas con ciertos trastornos autoinmunes, como el síndrome antifosfolípido.
- La prevención del ictus relacionado con el embarazo mediante el control estricto de la hipertensión.
- La necesidad de evaluar condiciones de salud específicas en mujeres, como la endometriosis y la menopausia precoz, para reducir el riesgo de ictus.
- La consideración de la salud transgénero, reconociendo el riesgo aumentado de ictus en mujeres transgénero que toman estrógenos.
Factores de riesgo y evaluación del paciente
La prevención primaria del ictus se basa en la identificación temprana de comportamientos y condiciones médicas que aumentan el riesgo. La guía recomienda la evaluación regular de factores modificables, incluyendo la actividad física, la calidad de la dieta, el tabaquismo, y el manejo del peso corporal. Además, se destaca la importancia de evaluar los determinantes sociales de la salud (por ejemplo, la inseguridad alimentaria, el acceso limitado a la atención médica, la falta de transporte), ya que influyen directamente en la capacidad de los pacientes para gestionar los factores de riesgo.
Los factores clave que deben evaluarse en la práctica clínica incluyen:
- Hipertensión: Se recomienda la monitorización regular de la presión arterial, ya que es uno de los factores de riesgo más significativos para el ictus. Se insta a los profesionales de la salud a confirmar lecturas elevadas mediante monitorización ambulatoria.
- Diabetes y control glucémico: La diabetes y el mal control de la glucosa en sangre son factores de riesgo importantes. Se recomienda la medición de la glucosa en ayunas o la hemoglobina glucosilada (HbA1c) para la evaluación.
- Dislipidemia: El control del colesterol también es fundamental, sugiriendo la prueba de colesterol no en ayunas para facilitar la adherencia de los pacientes.
- Índice de masa corporal y obesidad: Se enfatiza el uso del índice de masa corporal y la circunferencia de cintura para la evaluación del riesgo.
Además de estas evaluaciones físicas y bioquímicas, la guía aboga por la detección regular de trastornos del sueño y el uso de sustancias, así como el tabaquismo. Todos estos factores contribuyen de manera significativa al riesgo de ictus y deben ser gestionados de manera proactiva.
Gestión de los comportamientos y factores de salud
Dieta
La dieta mediterránea es altamente recomendada para la prevención del ictus. Esta dieta, que pone énfasis en el consumo de frutas, verduras, aceite de oliva y frutos secos, ha demostrado reducir significativamente el riesgo de ictus en múltiples ensayos clínicos. La guía también recomienda la reducción de la ingesta de sodio mediante la sustitución de la sal común por una mezcla de cloruro de sodio y cloruro de potasio, especialmente en pacientes con hipertensión no controlada.
Sin embargo, la suplementación con vitaminas, como los ácidos grasos omega-3, vitamina C, vitamina E y otros antioxidantes, no ha mostrado beneficios consistentes en la reducción del riesgo de ictus.
Actividad física
La actividad física regular es fundamental para reducir el riesgo de ictus. La guía recomienda que los adultos realicen al menos 150 minutos de actividad física de intensidad moderada o 75 minutos de actividad vigorosa por semana. Además, se hace hincapié en la importancia de evitar comportamientos sedentarios prolongados, ya que estos se asocian con un aumento del riesgo de eventos cerebrovasculares. Incluso pequeñas cantidades de actividad física pueden tener un impacto positivo en la reducción del riesgo.
Manejo del sueño
El sueño saludable es uno de los componentes esenciales de la Life’s Essential 8. La apnea obstructiva del sueño y otros trastornos del sueño, como el insomnio, están relacionados con un mayor riesgo de ictus, por lo que se recomienda el tratamiento adecuado de estos trastornos mediante el uso de dispositivos como la presión positiva continua en las vías respiratorias (CPAP) en pacientes con apnea.
Manejo del peso y la obesidad
El control del peso es fundamental en la prevención del ictus. Se insta a los profesionales a trabajar con los pacientes para alcanzar un índice de masa corporal saludable mediante la combinación de una dieta adecuada y un aumento en la actividad física. El uso de medicamentos para el control del peso, como los agonistas del receptor de arGLP-1, puede ser beneficioso en personas con obesidad y alto riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Tratamiento farmacológico para la prevención primaria del ictus
Antihipertensivos
El control adecuado de la presión arterial es uno de los pilares en la prevención del ictus. La guía enfatiza que, en la mayoría de los pacientes, es necesario el uso de al menos dos medicamentos antihipertensivos para lograr los objetivos de presión arterial. Ensayos clínicos han demostrado que este enfoque es más efectivo que el uso de un solo fármaco.
Antiplaquetarios
La terapia antiplaquetaria se recomienda en pacientes con ciertos trastornos autoinmunes, como el síndrome antifosfolípido o el lupus eritematoso sistémico, para reducir el riesgo de un primer ictus. En estos pacientes, el uso de anticoagulantes antagonistas de la vitamina K es preferible a los anticoagulantes orales directos, particularmente en aquellos con un historial de trombosis venosa no provocada.
Factores de riesgo no ateroscleróticos y poblaciones específicas
La guía aborda factores de riesgo no tradicionales que aumentan el riesgo de ictus, como el migraña, que está asociado con un mayor riesgo de ictus isquémico. También se analiza la enfermedad de células falciformes, que aumenta considerablemente el riesgo de ictus, especialmente en pacientes más jóvenes.
En cuanto a los trastornos inflamatorios y de coagulación, como el lupus y la artritis reumatoide, se proporciona orientación sobre el manejo de estos pacientes para minimizar el riesgo de ictus. El tratamiento de estas condiciones subyacentes, combinado con una intervención cardiovascular temprana, es fundamental para reducir la probabilidad de un ictus.
Prevención del ictus en poblaciones específicas
Mujeres y embarazo
La guía incluye recomendaciones específicas para mujeres, destacando la importancia de la gestión de la hipertensión durante el embarazo y en las semanas posteriores al parto para prevenir el ictus. Los resultados adversos del embarazo, como la preeclampsia, están estrechamente asociados con un mayor riesgo de hipertensión crónica y enfermedades cardiovasculares en la vida posterior. Por lo tanto, se recomienda realizar un cribado temprano y monitorizar de cerca a las mujeres que hayan experimentado complicaciones en el embarazo.
Además, condiciones como la endometriosis, la menopausia precoz y el uso de anticonceptivos hormonales se identifican como factores de riesgo adicionales para el ictus en las mujeres. Es fundamental evaluar estos factores en las consultas de atención primaria para gestionar los riesgos y prevenir el ictus en mujeres en todas las etapas de la vida.
Salud transgénero
Por primera vez, la guía aborda el tema de la salud transgénero, reconociendo que las mujeres transgénero que toman estrógenos como parte de su terapia de afirmación de género tienen un riesgo elevado de ictus. Se recomienda evaluar y modificar los factores de riesgo en esta población para reducir la probabilidad de un evento cerebrovascular.
Referencias: