Miocardiopatía hipertrófica y deporte: Cómo prescribir ejercicio con seguridad

La miocardiopatía hipertrófica es la cardiopatía hereditaria más frecuente y se asocia a arritmias ventriculares y, en raras ocasiones, a eventos potencialmente letales en reposo o durante el ejercicio. Durante décadas, el temor a la muerte súbita condicionó una práctica clínica restrictiva que desaconsejaba el ejercicio vigoroso y la competición. La evidencia contemporánea ha cambiado este paradigma: la participación en programas de ejercicio adaptados —incluida la práctica deportiva competitiva en personas de bajo riesgo— mejora la capacidad funcional, el bienestar psicológico y la salud cardiovascular sin señales de incremento de eventos adversos.

De la prohibición general a la toma de decisiones compartida

El enfoque clásico, apoyado en series de autopsias y registros retrospectivos, sobredimensionó el riesgo asociado al deporte competitivo y promovió descalificaciones sistemáticas. La visión actual reconoce el sesgo de selección de aquellas series y adopta un modelo de shared decision-making, en el que atletas, familias, especialistas en cardiomiopatías, médicos del deporte e instituciones valoran de forma conjunta beneficios, riesgos y consecuencias personales, profesionales y legales. Este proceso prioriza el bienestar físico y psicológico, mitiga riesgos y busca alinear las recomendaciones con los valores y objetivos del paciente.

¿Quién es candidato seguro?: definición práctica de bajo riesgo

La participación en ejercicio vigoroso o competición es razonable en individuos sin características de alto riesgo. Se consideran señales adversas: una puntuación elevada del riesgo de muerte súbita a 5 años (modelo ampliamente utilizado en la práctica), síncope inducido por el ejercicio, obstrucción grave del tracto de salida del ventrículo izquierdo y arritmias ventriculares documentadas. La ausencia de estas características define un perfil de bajo riesgo en el que el retorno al deporte competitivo puede contemplarse con un plan estructurado y supervisión experta. En quienes no cumplen criterios de bajo riesgo, la decisión debe individualizarse tras optimizar el tratamiento (p. ej., control de la obstrucción e implantación de desfibrilador si está indicado) y establecer estrategias de mitigación.

Evidencia clave que sustenta el cambio

Los estudios observacionales y los ensayos clínicos apuntan de forma consistente hacia la seguridad y el beneficio del ejercicio en esta población:

  • Programas de ejercicio moderado: ensayos controlados demostraron mejoría del consumo de oxígeno pico, del rendimiento y de la calidad de vida sin eventos adversos mayores ni arritmias graves.
  • Alta intensidad supervisada: investigaciones recientes mostraron que tanto el entrenamiento moderado como el de alta intensidad pueden mejorar la capacidad funcional sin incremento de arritmias serias cuando se realizan bajo supervisión adecuada.
  • Registro prospectivo en vida real: en una cohorte amplia de 1.660 personas, el ejercicio vigoroso (≥6 METs durante ≥60 h/año) no se asoció a mayor tasa del desenlace combinado de muerte, muerte súbita, descarga apropiada del desfibrilador o síncope arrítmico respecto a la actividad no vigorosa; la razón de riesgos fue 1,01 (IC90% 0,68–1,48), sin diferencias significativas en 3 años.
  • Deporte con desfibrilador: en un registro con 372 deportistas portadores de desfibrilador (65 con miocardiopatía hipertrófica), no se registraron muertes ni reanimaciones durante o tras la práctica deportiva; un único deportista recibió una descarga apropiada durante un entrenamiento.

De forma agregada, estos resultados respaldan que, cuando la prescripción se ajusta al perfil clínico individual y se acompaña de seguimiento experto, el ejercicio vigoroso —incluida la competición— no incrementa el riesgo basal y el riesgo absoluto de eventos relacionados con el ejercicio es bajo.

El coste oculto del sedentarismo

La restricción sistemática conlleva consecuencias negativas: deterioro de la calidad de vida, ansiedad, aumento de peso/obesidad y repercusiones sociales, profesionales y económicas. Frente a ello, la actividad física regular —especialmente planificada y progresiva— contribuye a mejorar la salud cardiometabólica y el bienestar psicológico, y debería integrarse como pilar del manejo contemporáneo.

Cómo prescribir ejercicio de forma segura

La prescripción debe ser personalizada, progresiva y basada en objetivos. Recomendaciones prácticas:

  • Tipo e intensidad: el ejercicio aeróbico moderado ofrece grandes beneficios para control ponderal y salud metabólica. La intensidad puede guiarse por umbrales ventilatorios cuando se dispone de ergoespirometría. El entrenamiento de resistencia es recomendable, comenzando con el 40%–70% de una repetición máxima, 1–3 series de 8–10 ejercicios, a velocidad lenta-moderada, con progresión semanal según adaptación.
  • Entorno seguro: evitar contextos de riesgo independiente de la intensidad (actividades de resistencia en solitario en zonas remotas, alpinismo, deportes subacuáticos). Fomentar espacios donde exista respuesta rápida ante emergencias y disponibilidad de desfibrilador externo.
  • Progresión y reajuste: en personas no entrenadas, comenzar con aeróbico moderado y añadir fuerza de forma gradual. Ajustar frecuencia, duración e intensidad según edad, respuesta al entrenamiento, cambios terapéuticos y evolución clínica.
  • Monitorización periódica: quienes realizan ejercicio vigoroso o competición deben reevaluarse al menos anualmente (o antes si hay cambios clínicos), incluyendo síntomas, ecocardiografía basal y/o de estrés, prueba de esfuerzo —idealmente con ergoespirometría— y monitorización ambulatoria del ritmo durante una sesión típica de entrenamiento. La aparición de arritmias ventriculares inducidas por el ejercicio o una obstrucción significativa del tracto de salida debe motivar reevaluación detallada y nueva toma de decisiones compartida.
  • Tecnología vestible: dispositivos que registran frecuencia y ritmo pueden aportar retroalimentación útil; sus limitaciones requieren interpretación clínica experta.
  • Equipo multidisciplinar: integrar cardiología de cardiomiopatías, medicina del deporte, fisiología del ejercicio y apoyo psicológico. La ansiedad relacionada con el ejercicio es un factor relevante de inactividad y debe abordarse de forma proactiva.

Deporte competitivo: marco para la elegibilidad

En el perfil de bajo riesgo, es razonable considerar la participación competitiva dentro de un programa individualizado que incluya evaluación inicial exhaustiva, plan de entrenamiento progresivo, educación en percepción de síntomas, cobertura de primeros auxilios y un plan de acción de emergencias. La elegibilidad puede verse modulada por normativas locales y políticas de las federaciones, con variabilidad internacional relevante; por ello, la coordinación con las instituciones deportivas es parte del proceso.

Mensajes clave

  • La restricción sistemática ya no es defendible: el ejercicio adaptado no aumenta el riesgo inherente.
  • El perfil de bajo riesgo permite considerar competición con seguimiento experto.
  • El ejercicio moderado y, bajo supervisión, el de alta intensidad mejoran la capacidad funcional sin señales de inseguridad.
  • La toma de decisiones compartida y el trabajo en equipo son esenciales.
  • La reevaluación periódica y la monitorización durante entrenamientos ayudan a mantener la seguridad.

Relevancia clínica

Este enfoque reduce el impacto del sedentarismo, optimiza la capacidad funcional y la salud mental, y alinea la prevención de eventos con la calidad de vida y las metas personales. En consulta, el cambio de paradigma exige pasar de la descalificación por defecto a la valoración integral del riesgo y la cooperación con el entorno deportivo.

Aplicación práctica

  • Estratificar riesgo e identificar señales de alto riesgo antes de prescribir.
  • Diseñar un plan de ejercicio progresivo que combine aeróbico y fuerza.
  • Educar al paciente y su entorno en reconocimiento de síntomas y plan de emergencia.
  • Establecer controles periódicos con pruebas funcionales y de ritmo durante actividad real.
  • Coordinar con clubes y federaciones para garantizar un entorno seguro.

Impacto en la práctica clínica

Adoptar una prescripción activa y personalizada de ejercicio, con decisiones compartidas y monitorización estructurada, transforma la relación con el deporte de pacientes y atletas con miocardiopatía hipertrófica. Este modelo equilibra seguridad y bienestar, facilita el retorno a la actividad deseada y mejora resultados clínicos y psicosociales.

Referencias:

  1. Eur Heart J. - Hypertrophic cardiomyopathy: changing the paradigm of exercise prescription and competitive sport participation
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