La evidencia reciente sobre el uso de betabloqueadores de acción ultrarrápida en la disfunción cardíaca asociada a sepsis ofrece un panorama complejo que resulta fundamental para la práctica clínica.
Este metaanálisis incluyó ensayos clínicos aleatorizados publicados hasta mayo de 2025, con el propósito de determinar si la modulación del tono adrenérgico mediante betabloqueadores rápidos puede modificar la evolución de pacientes críticos con compromiso miocárdico inducido por sepsis, una condición reconocida como marcador de mal pronóstico y elevada mortalidad.
El análisis de ocho estudios que reportaron mortalidad a 28 días demostró que la administración de estos fármacos no produjo una reducción significativa en la mortalidad (RR 0.84; IC 95%: 0.67–1.06; p=0.15).
Este hallazgo confirma que la sola reducción de la frecuencia cardíaca no es suficiente para modificar un desenlace vital en un síndrome multifactorial como la sepsis. En cuanto a seguridad, cuatro estudios mostraron que no hubo incremento en eventos adversos graves con su uso (RR 1.04; IC 95%: 0.82–1.33; p=0.72), lo cual respalda que, bajo monitorización adecuada, estos agentes no comprometen de manera adicional la frágil estabilidad hemodinámica de estos pacientes.
El resultado más llamativo fue que, en lugar de lograr un mejor control de la frecuencia cardíaca, se observó un efecto menos favorable (RR 1.51; IC 95%: 1.00–2.29; p=0.05). Este dato genera interrogantes sobre la compatibilidad fisiológica del bloqueo β en un contexto dominado por inflamación sistémica, descarga catecolaminérgica, alteraciones microcirculatorias y disfunción mitocondrial. Por otra parte, la presión arterial media a las 48 horas no mostró diferencias entre grupos (SMD -0.85; IC 95%: -2.24 a 0.54), lo que evidencia que la intervención no aporta ventajas claras en el soporte hemodinámico.
En la práctica, estos resultados sugieren que los betabloqueadores ultrarrápidos no deben considerarse como terapia de primera línea para modificar la mortalidad en sepsis con disfunción cardíaca.
No obstante, la seguridad demostrada abre la posibilidad de su empleo en escenarios cuidadosamente seleccionados, siempre con monitorización estrecha y valoración individualizada. La paradoja del peor control de la frecuencia cardíaca obliga a repensar la fisiología: en sepsis, la taquicardia puede representar tanto un mecanismo compensatorio para mantener el gasto cardíaco como una respuesta desadaptativa que perpetúa el daño miocárdico. Suprimirla indiscriminadamente puede resultar contraproducente.
Este metaanálisis resalta la necesidad de avanzar hacia estrategias de medicina de precisión, donde la fenotipificación cardíaca, la valoración de la actividad adrenérgica y el uso de biomarcadores inmunometabólicos permitan identificar subgrupos de pacientes que realmente se beneficien del bloqueo β.
Además, recuerda que la sepsis requiere intervenciones dirigidas que integren la fisiopatología inflamatoria e inmunometabólica, más allá del control aislado de variables como la frecuencia cardíaca o la presión arterial.
En síntesis, los betabloqueadores de acción ultrarrápida ofrecen un perfil de seguridad aceptable y no aumentan los eventos adversos, pero tampoco reducen la mortalidad a 28 días ni mejoran parámetros críticos de estabilidad. Esto limita su papel en la práctica actual y los relega a contextos de investigación o protocolos específicos.
El mensaje para el clínico es claro, no deben ser descartados, pero tampoco sobrevalorados. Su utilidad dependerá de la selección adecuada del paciente, del momento clínico y de una estrategia de manejo que integre la fisiopatología subyacente.
En cuanto a la aplicación práctica, los escenarios más adecuados para su uso serían aquellos pacientes con sepsis e insuficiencia cardíaca documentada por ecocardiografía, con fracción de eyección preservada o discretamente deprimida, en quienes la taquicardia persistente no es reflejo de un shock profundo, sino manifestación de desregulación adrenérgica que aumenta el consumo de oxígeno y perpetúa la disfunción ventricular.
Las variables a considerar antes de su indicación incluyen una presión arterial media estable ≥ 65 mmHg, soporte vasopresor bajo o moderado, ausencia de hipoperfusión crítica demostrada por lactato en descenso o normalizado, y monitorización avanzada que descarte dependencia de la frecuencia cardíaca para sostener el gasto.
De igual forma, parámetros como la variabilidad de la frecuencia cardíaca, la evaluación indirecta de la actividad catecolaminérgica y el seguimiento ecocardiográfico seriado de la contractilidad pueden guiar la selección.
En este contexto, los pacientes jóvenes, con reserva cardíaca adecuada, en quienes la taquicardia sostenida se asocia a empeoramiento de la función ventricular izquierda o a un llenado diastólico deficiente, representan el subgrupo más factible de beneficiarse. Siempre bajo protocolos definidos, en periodos limitados y con estricta vigilancia de la perfusión sistémica.
Referencias:
- Front Cardiovasc Med. - Efficacy and safety of short-acting β-blockers in patients with sepsis-associated cardiac dysfunction: a systematic review and meta-analysis of randomized controlled trials
Jhan Saavedra Torres





























