Desde hace unos años, la vitamina D se ha convertido en la protagonista de muchos estudios y trabajos, y en el caso de la enfermedad cardiovascular, se demostró una relación entre su déficit y el aumento del riesgo cardiovascular. Por ello, se implementó la solicitud de su determinación en las consultas médicas, y la prescripción de suplementos en los casos deficitarios se incrementó de forma significativa.
La primera "bofetada" a esta actuación, llegó recientemente, cuando se demostró que su suplementación no tenía impacto en la reducción de caídas o fracturas. A ello se suma esta reciente publicación en New England, en la que se demuestra que, frente a placebo, con un seguimiento medio de 5 años, no reduce la aparición de cáncer ni enfermedad cardiovascular.
A estos hallazgos merece la pena hacer dos comentarios. En primer lugar, no parece que un seguimiento a 5 años sea suficiente para desestimar completamente la relación entre suplementación y eventos cardiovasculares o cáncer, aunque paree claro que solicitar la Vitamina D de forma rutinaria y suplementar a todos el mundo con déficit (cosa cada vez más frecuente) no es la mejor estrategia. Ahora bien. Desde el punto de vista nutricional, mientras que no hay un soporte para suplementar vitaminas en pacientes sin déficit (de hecho puede ser tóxico), parece lógico pensar que el déficit importante de Vitamina D puede tener consecuencias en determinados momentos de la vida (basta ver el raquitismo) y cabría plantearse la suplementación. En qué casos y de qué forma es algo que la ciencia aún no puede responder completamente.
Referencias:
Comentario del Dr. Alberto Esteban Fernández
Cardiólogo. Insuficiencia Cardiaca. Nutrición. Investigación Clínica. Editor científico de @Cardioteca.