La diabetes tipo 2 es un trastorno metabólico que se asocia con un alto riesgo de complicaciones microvasculares y macrovasculares. Es conocido que el adecuado control glúcemico se asocia con una reducción de las complicaciones microvasculares, sin embargo, hasta la llegada de los agonistas del receptor péptido 1 similar al glucagón (aGLP-1) y los inhibidores de cotransportador sodio glucosa tipo 2 (iSGLT2), ningún otro grupo farmacológico había logrado la disminución de los eventos macrovasculares.
Con estas premisas se diseñó el estudio GRADE que era un estudio multicéntrico y aleatorizado que pretendía valorar la efectividad de cuatro tipos de antidiabéticos añadidos a la metformina en pacientes con diabetes tipo 2 de inicio reciente (menos de 10 años.) Para ello, entre los años 2013-2017, se incluyeron un total de 5.047 pacientes que se aleatorizaron a insulina glargina, liraglutida (agonista del receptor péptido 1 similar al glucagón), glimepiride y sitagliptina. Hay que destacar que tanto el paciente como el personal médico conocían en tratamiento asignado, mientras que los investigadores y el personal encargado de adjudicar los eventos no. El objetivo primario del estudio era la consecución y el mantenimiento de los niveles de hemoglobina glicosilada < 7% y los objetivos secundarios consistían en el desarrollo de eventos microvasculares o macrovasculares y factores de riesgo cardiovascular a lo largo del seguimiento.
Al examinar los resultados, los pacientes tratados con insulina glargina o liraglutida presentaron un mejor control glucémico que aquellos en tratamiento con glimepiride y sitagliptina (objetivo primario). En cuanto a los resultados secundarios no hubo diferencias entre los 4 grupos de tratamiento; aunque es importante recalcar que el estudio no estaba diseñado ni tampoco tenía la potencia suficiente para detectar diferencias en los eventos o muerte cardiovascular entre las 4 clases farmacológicas.
Si analizamos los resultados con más profundidad, en el caso de liraglutida se sugiere que podría tener un beneficio relativo en evitar el desarrollo de hipertensión arterial (al contrario que la insulina glargina) y albuminuria; mientras que como se ha comentado previamente, no se alcanzó la reducción en los eventos cardiovasculares a diferencia de otros estudios realizados, como el LEADER que como peculiaridades, incluía un mayor número de pacientes que además presentaban un alto riesgo cardiovascular.
Como conclusión, este artículo pone de relevancia la importancia de dirigir el tratamiento fármacológico de la diabetes tipo 2 hacía la reducción de las complicaciones micro y macrovasculares. A diferencia de los fármacos clásicos (insulina, sulfoniureas…), los agonistas del receptor péptido 1 similar al glucagón (aGLP-1) y los inhibidores de cotransportador sodio glucosa tipo 2 (iSGLT2), emergen como fármacos para conseguir este objetivo.
Referencias:
Comentario de la Dra. Julia Seller Moya