En 2016, la American Heart Association (Ross et al., Circulation) proclamó el fitness cardiorespiratorio (CRF por sus siglas en inglés o “aptitud cardiorrespiratoria, en español) como un verdadero signo vital clínico, al reconocer su capacidad para predecir mortalidad y salud global con mayor precisión que muchos marcadores tradicionales. Sin embargo, pese a su poder pronóstico y su sólida evidencia fisiológica, sigue siendo un signo vital olvidado en la práctica clínica cotidiana.
Aptitud cardiorrespiratoria y multimorbilidad: riesgo, cronología y trayectorias a 15 años
En una época en la que el envejecimiento poblacional y la pluripatología desafían los sistemas sanitarios, la aptitud cardiorrespiratoria (CRF) emerge como un marcador fisiológico de excepcional poder pronóstico. Lejos de ser un parámetro reservado al ámbito deportivo, la CRF constituye hoy un auténtico signo vital capaz de anticipar la aparición, el ritmo de acumulación y la carga global de enfermedades crónicas, así como la mortalidad total y cardiovascular.
El estudio longitudinal de Xu et al., publicado en The Lancet Public Health en 2025, ofrece una de las evaluaciones más completas de esta relación, integrando datos de más de 38 000 adultos seguidos durante 15 años. Sus hallazgos consolidan la noción de que mantener una alta CRF no solo protege frente a patologías específicas, sino que modula la trayectoria de la multimorbilidad y prolonga el periodo de vida libre de enfermedad, con un impacto cuantificable sobre la supervivencia.
Introducción y objetivos
Aunque la relación entre CRF y mortalidad está sólidamente establecida por metaanálisis previos —como el de Kodama y col. (JAMA, 2009) y el más reciente de Ross et al. (Mayo Clin Proc, 2023), que documentaron reducciones relativas del 13% en mortalidad por cada 1 MET adicional de capacidad—, la conexión entre CRF y multimorbilidad, definida como la coexistencia de dos o más enfermedades crónicas, permanecía menos comprendida.
El objetivo principal del trabajo de Xu y colaboradores fue determinar si mayores niveles de CRF se asocian con menor riesgo de multimorbilidad incidente, retraso en su aparición y trayectorias más lentas de acumulación de enfermedades. El enfoque longitudinal y la cuantificación estandarizada de la CRF permiten comprender no solo el riesgo estático, sino la dinámica temporal de la carga de enfermedad a lo largo del curso vital.
Métodos y población
El estudio analizó 38 348 participantes inicialmente libres de enfermedades crónicas, con edad media de 55,2 ± 8,1 años, procedentes de una cohorte poblacional representativa. El seguimiento mediano fue de 11,6 años, extendiéndose hasta enero de 2022.
La CRF se estimó mediante una prueba submáxima en cicloergómetro de 6 minutos, monitorizada con ECG continuo, y el consumo máximo de oxígeno (VO₂máx) se derivó de parámetros antropométricos, frecuencia cardiaca y sexo, expresándose en METs. Los valores fueron estandarizados por edad y sexo y estratificados en terciles (baja, moderada y alta CRF).
La multimorbilidad se definió como la presencia de al menos dos de 59 enfermedades crónicas predefinidas (cardiovasculares, metabólicas, respiratorias, renales, osteomusculares, neuropsiquiátricas, entre otras). Los modelos estadísticos incluyeron análisis de Cox para riesgo, regresión de Laplace para cronología de aparición, y modelos lineales mixtos para trayectorias de acumulación de enfermedades. Los análisis se ajustaron por edad, sexo, nivel educativo, tabaquismo, consumo de alcohol, índice de masa corporal y actividad física.
Resultados principales
Durante el periodo de observación, se constató un claro gradiente de riesgo inverso entre los niveles de CRF y la incidencia de multimorbilidad.
- Frente a la categoría baja, la CRF moderada redujo el riesgo en un 10% (HR 0,90; IC95%: 0,87–0,94) y la CRF alta en un 21% (HR 0,79; IC95%: 0,76–0,83).
- En análisis continuo, cada desviación estándar adicional de CRF se asoció con una reducción del 9% en el riesgo de desarrollar multimorbilidad (HR 0,91; IC95%: 0,89–0,93).
En términos temporales, los participantes con CRF alta demoraron la aparición de multimorbilidad en 1,27 años, y aquellos con CRF moderada en 0,54 años, respecto al grupo de baja CRF.
Más allá del riesgo puntual, el estudio analizó la pendiente de acumulación de enfermedades crónicas: los individuos con CRF alta desarrollaron nuevas patologías a un ritmo anual un 4,3% más lento (β = −0,043; IC95%: −0,050 a −0,036), siendo este efecto particularmente notable para enfermedades metabólicas (β = −0,019), cardiovasculares (−0,003) y neuropsiquiátricas (−0,002).
Estos resultados fueron consistentes en ambos grupos etarios (<60 y ≥60 años), aunque el efecto protector relativo fue más pronunciado en los de mediana edad, lo que subraya la relevancia de intervenir tempranamente en la curva de envejecimiento fisiológico.
Análisis de mortalidad y evidencia de apoyo
Xu y colaboradores contextualizan sus hallazgos dentro del cuerpo de evidencia acumulada en los últimos años. El metaanálisis de Ross et al. (2023, Mayo Clin Proc), que incluyó más de 750 000 individuos y 82 000 muertes, documentó una reducción del 26% en mortalidad por todas las causas y del 28% en mortalidad cardiovascular al comparar el quintil superior de CRF con el inferior. Dichos beneficios fueron independientes del IMC, la presión arterial o el colesterol, consolidando la CRF como un predictor más potente que cualquier factor de riesgo aislado.
El presente estudio extiende esa evidencia al demostrar que la CRF no solo reduce la probabilidad de morir, sino que también ralentiza el deterioro crónico y prolonga la vida libre de enfermedad. De hecho, el retraso medio de 1,27 años en la aparición de multimorbilidad, cuando se extrapola a nivel poblacional, podría traducirse en una reducción sustancial de carga asistencial y discapacidad asociada.
Interpretación fisiopatológica
La CRF actúa como un marcador integrador de la función de tres sistemas: cardiovascular, pulmonar y músculo-esquelético. Una alta CRF refleja mayor eficiencia oxidativa, mejor función endotelial y mayor capacidad de reserva autonómica, lo que confiere resiliencia fisiológica frente al estrés metabólico y a los procesos inflamatorios crónicos que subyacen a múltiples enfermedades.
El enlentecimiento de la acumulación de enfermedades metabólicas observado en el estudio refuerza la hipótesis del eje metabólico-inflamatorio como núcleo fisiopatológico que conecta el sedentarismo con la multimorbilidad y la mortalidad prematura. Así, el entrenamiento físico sostenido no solo optimiza la función cardiovascular, sino que modula vías biológicas comunes a la diabetes, obesidad, enfermedad renal y deterioro cognitivo.
Robustez y análisis de sensibilidad
Los resultados se mantuvieron consistentes tras múltiples análisis de sensibilidad:
- Exclusión de casos de enfermedad temprana o muerte precoz.
- Modelos con riesgo competitivo.
- Imputación múltiple de datos faltantes.
- Uso alternativo de CRF no estandarizada.
Ninguno de estos procedimientos alteró sustancialmente las estimaciones de riesgo, lo que confiere solidez causal a la asociación observada. Los autores reconocen, sin embargo, que la estimación submáxima de VO₂ podría sobrevalorar la CRF absoluta, aunque su correlación con mediciones directas (r ≈ 0,80) valida su uso epidemiológico.
Discusión y relevancia clínica
El estudio redefine la CRF como un determinante funcional de la longevidad saludable. Mientras que los factores de riesgo clásicos (hipertensión, dislipidemia, tabaquismo) predicen eventos cardiovasculares, la CRF predice la velocidad global de deterioro orgánico. En consecuencia, mejorar la CRF mediante programas de ejercicio individualizado podría retrasar la multimorbilidad y reducir la mortalidad global de manera costo-efectiva.
Desde la perspectiva clínica, los hallazgos respaldan la inclusión de la CRF como un “signo vital funcional” en la valoración rutinaria de pacientes, especialmente en la mediana edad y en individuos con riesgo metabólico. Su monitorización objetiva —por ergoespirometría, test de marcha o estimación en cicloergómetro— permite identificar vulnerabilidad subclínica y orientar intervenciones preventivas.
En la práctica, la prescripción de ejercicio estructurado (aeróbico y de fuerza) debería ser considerada una herramienta terapéutica con impacto directo en mortalidad, en paralelo al control farmacológico de factores de riesgo.
Conclusión
El trabajo de Xu et al. aporta evidencia longitudinal sólida de que una alta aptitud cardiorrespiratoria disminuye el riesgo de multimorbilidad, retrasa su inicio y desacelera su progresión. Estos efectos, sumados a la reducción de mortalidad demostrada por metaanálisis previos, consolidan a la CRF como el biomarcador más potente de envejecimiento saludable y supervivencia.
Su promoción debe ocupar un lugar prioritario en las políticas de salud pública, en la prevención cardiovascular y en la rehabilitación de pacientes crónicos, integrando ejercicio prescrito, educación y seguimiento multidisciplinario. En definitiva, mantener una alta CRF no solo alarga la vida, sino que prolonga los años vividos con autonomía, salud y dignidad.
Referencias:
Juan José Hurtado Mendoza





























