El aceite de coco ha tomado gran popularidad en los últimos años, máxime entre los amantes de la comida sana y natural y del movimiento “realfooding”. Son múltiples los efectos beneficiosos que se le atribuyen a este aceite, entre ellos, el papel de protector cardiovascular. No obstante, resulta paradójico que una grasa saturada tenga este efecto a nivel cardiaco. El objetivo de esta revisión fue evaluar el grado de evidencia que existe en la literatura que sustente esta afirmación. El aceite de coco (AdC) lleva presente en la industria alimentaria desde hace décadas. Siempre ha sido clasificado como una fuente de grasas saturadas para consumir en niveles bajos en la dieta por su alto contenido en ácidos grasos saturados (92%). El producto comercial habitual es el AdC refinado, blanqueado y desodorizado, o en los últimos tiempos el AdC virgen (sin refinar). Recientemente en la literatura comercial y en múltiples webs su “imagen” nutricional se ha transformado, pasando de ser un alimento que se recomendaba consumir en cantidades bajas a ser un alimento al que se le otorgan hasta beneficios cardiovasculares. Los argumentos que sostienen esta afirmación son por un lado su comparación con los ácidos grasos de cadena media y su diferente comportamiento con respecto a éstos y por otro lado la evidencia en poblaciones indígenas que consumen cantidades importantes de coco. Si bien es cierto que en estas poblaciones el principal consumo es la carne de coco o la crema de coco exprimida mientras que el uso de AdC en aplicaciones comestibles es un fenómeno relativamente reciente. La intención de este análisis es evaluar la investigación disponible sobre el consumo de AdC y su efecto sobre la enfermedad cardiovascular (ECV). La estrategia de búsqueda para esta revisión se realizó en las bases de datos MEDLINE y SCOPUS hasta finales de 2013. Se identificaron un total de 21 artículos para su inclusión en esta revisión. La búsqueda posteriormente se actualizó para incluir estudios publicados hasta noviembre de 2015, donde solo un estudio cumplió los criterios de inclusión. En total, 7 estudios de intervención compararon directamente el AdC con aceites de grasas cis-insaturadas. El resultado fue que en 7 de los ensayos el colesterol total fue significativamente más alto en el grupo del AdC. Con respecto al LDL-C también fue significativamente más alto en el grupo del AdC en 6 de los ensayos y sin diferencia significativa en 1 de los ensayos. Por último, el incremento del HDL-C fue mayor en 5 de los ensayos con AdC y sin diferencias significativas en 2 de los ensayos restantes. Por otro lado, en otro de los estudios se informó una proporción significativamente mayor de LDL-C/HDL-C después de una dieta de AdC en comparación con una dieta de aceite de maíz, mientras que en otro de los ensayos se documentó una proporción significativamente más baja de colesterol total/HDL-C después de una dieta de AdC en comparación con una dieta de aceite de oliva. En 5 estudios de los estudios no hubo diferencias significativas en las concentraciones de triglicéridos, mientras que en 2 de los estudios informaron concentraciones más bajas después de una dieta de aceite de maíz en comparación con una dieta de AdC. Los hallazgos sobre los efectos del AdC en el HDL-C, en la proporción de colesterol total/HDL-C, y en la proporción de LDL- C/HDL-C, fue inconsistente y por lo tanto es difícil predecir el efecto del AdC sobre la ECV. Si bien es cierto, hay que tener en cuenta concentraciones significativamente más bajas de LDL-C observadas entre los participantes que recibieron grasas cis-insaturadas en comparación con los que recibieron AdC. Estas concentraciones oscilaron entre 0.24 mmol/L a 1.03 mmol/L y se ha informado que cada reducción de 1 mmol/L en LDL-C se asocia con una reducción promedio correspondiente del 22% de la mortalidad y morbilidad por ECV. Los resultados de 5 de los ensayos que compraron directamente el AdC con otra grasa saturada fueron inconsistentes; pero en conjunto, estos datos no proporcionan evidencia de que el AdC actúe de forma diferente a otras grasas saturadas sobre los lípidos. En resumen, la evidencia de asociación entre el consumo de aceite de coco y el riesgo cardiovascular es de muy baja calidad. En esta revisión no se encontraron datos que indiquen que el AdC sea preferible a otros aceites vegetales insaturados, de hecho, el consumo de aceites insaturados sugiere mejoría del perfil lipídico en las poblaciones de estudio junto con disminución de la incidencia de ECV. Hasta el momento los resultados sugieren que el uso excesivo de AdC como lípido principal produce efectos similares a los de otras grasas saturadas y por lo tanto no se trata de un aceite saludable en términos de reducción de ECV. Son necesarios estudios con un mejor diseño que puedan proporcionar datos más convincentes.
Referencias:
Comentario de la Dra. Ana Isabel Fernández Chamorro
