Fibrilación auricular en el paciente oncológico: ¿Cómo actuar?
Revisión de la prevalencia, diagnóstico, tratamiento y pronóstico de la fibrilación auricular en el paciente oncológico. Los autores insisten en la importancia de esta arritmia en la morbi-mortalidad de los pacientes con cáncer.
La fibrilación auricular es la arritmia sostenida en la población general, con una incidencia del 1,5-2%, la cual aumenta en determinados grupos de riesgo como son los pacientes ancianos, diabéticos, hipertensos, con cardiopatía estructural o en otras situaciones como la enfermedad renal crónica, disfunciones tiroideas o alteraciones hidroelectrolíticas.
A pesar de no incluirse en ninguna de las escalas de estratificación (riesgo de embolia, hemorragia, etc.) la asociación entre fibrilación auricular y cáncer es frecuente, con prevalencias según las series del 2,5-4% (que se incrementan si se contabiliza la fibrilación auricular postoperatoria en paciente intervenidos de cirugía oncológica, hasta un 13%).
La presencia de fibrilación auricular puede afectar el pronóstico de los pacientes oncológicos. Al incremento del riesgo de evento tromboembólico inherente a la patología oncológica ha de sumarse el debido a la fibrilación auricular. Una de las cuestiones más importantes en cuanto al tratamiento antitrombótico en los pacientes con cáncer y fibrilación auricular es la falta de evidencia científica: por ejemplo, este tipo de pacientes se excluyeron de los grandes ensayos clínicos realizados con los nuevos anticoagulantes orales.
A través de esta revisión recientemente publicada en la revista Journal of the American College of Cardiology se orienta al facultativo en el manejo de la fibrilación auricular en el paciente oncológico. De hecho, muchas de las aproximaciones que se recomiendan se derivan del manejo de la fibrilación auricular en pacientes no oncológicos.
Respecto a la terapia antitrombótica, lo primero que hay que tener en cuenta es que muchos tumores (intracraneales sobre todo) así como algún tratamiento quimioterápico que produzca trombopenia importante suponen una contraindicación explícita al tratamiento antitrombótico, aún cuando el riesgo embólico sea elevado. Por otro lado, existen tumores como los pancreáticos, de ovario, pulmón o hepáticos que tienen un aumento del riesgo tromboembólico, así como algunos tratamientos quimioterápicos como el cisplatino o el 5-fluoracilo que orientan a un uso de la terapia antitrombótica independientemente del riesgo CHA2DS2-VASc.
Existe poca evidencia sobre cuál es el mejor tratamiento antitrombótico, si las heparinas de bajo peso molecular o los dicumarínicos. A la dificultad del control de INR en los pacientes que son tratados concomitantemente con quimioterapia se suma una serie de evidencias que sitúan a las heparinas de bajo peso molecular en una mejor posición, incluso otorgándolas un potencial efecto antitumoral y antimetastásico.
Por último, el artículo revisa la evidencia que existe en el uso de fármacos antiarrítmicos. Muchas veces se decide realizar una cardioversión (eléctrica o farmacológica) por el riesgo de tratamiento anticoagulante a largo plazo. La terapia antiarrítmica más utilizada en estos pacientes son los fármacos clase III (amiodarona, etc.). El problema es que muchos pacientes oncológicos presentan prolongación del intervalo QT (quimioterapia, antieméticos, etc.) y se debe ser muy cuidadoso a la hora de vigilar posibles prolongaciones patológicas para suspender el tratamiento antiarrítmico.
En definitiva, una revisión de obligada lectura para el facultativo que maneje pacientes oncológicos y que da una serie de pautas necesarias para su tratamiento.
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