Los ataques de ira duplican el riesgo de infarto agudo de miocardio
El objetivo de este estudio recientemente publicado on line en The American Journal of Cardiology fue estudiar la relación entre los arrebatos de ira y el infarto agudo de miocardio. Los autores concluyen que el riesgo de sufrir un infarto de miocardio es dos veces mayor tras un ataque un ira. Los ataques de ira se han asociado con mayor incidencia de síndrome coronario agudo, arritmias y ACV. Sin embargo, desconocemos si realmente el nivel de ira o enfado influye en esta asociación y si puede haber otros factores que incidan sobre ella. Para solventar estos interrogantes surge el presente estudio, que incluyó a 3.886 pacientes que habían sufrido un infarto de miocardio entre 1989 y 1996. Los pacientes debían ser angloparlantes con capacidad de responder a un cuestionario, presentar elevación de biomarcadores de necrosis miocárdica y tener una hora clara de inicio de los síntomas. Se mostró a los pacientes un cuadro con siete niveles de enfado o ira y se les pidió que describieran la frecuencia con la que presentaban cada intensidad en el último año. De igual forma, se les preguntó por su nivel de enfado en cada una de las 26 horas previas al infarto. Se consideró a los pacientes como “expuestos” si describían un nivel de ira ≥5 durante la ventana temporal de interés. De los 3.886 pacientes incluidos el 38% reconoció haber tenido ataques de ira en el año previo al infarto. Las causas más frecuentes fueron los conflictos familiares (38%), laborales (25%) y los desplazamientos cotidianos (6%). El riesgo de sufrir un infarto de miocardio fue 2,43 veces superior (CI 95% 2,01-2,90; p<0,001) en las dos horas posteriores a un episodio moderado o severo de ira (en comparación con el resto del tiempo para ese mismo paciente). Además se objetivó una clara relación “dosis-respuesta” entre el nivel de enfado y el riesgo de infarto. Así se objetivó un riesgo relativo de 1,68 (CI 95% 1,39-2,03) en las dos horas posteriores a sentirse “moderadamente enfadado”; de 2,27 (CI 95% 1,83-2,82) tras reconocerse “muy enfadado con tensión corporal o los puños o dientes apretados”; de 2,91 (CI 95% 1,97-4,30) en las dos horas posteriores a sentirse “furioso, casi fuera de control, golpeando en la mesa o dando portazos” y de 4,5 (CI 95% 2,77-7,30) tras reconocerse “encolerizado, fuera de control, lanzado objetos, con deseos de herirse a sí mismo o a los demás”. El riesgo relativo fue menor en los pacientes que recibían tratamiento betabloqueante y en aquellos con historia de enfermedad coronaria previa. Son varias las limitaciones que se derivan del diseño del estudio. En primer lugar, puede existir un sesgo de memoria, ya que los pacientes tienden a recordar todo lo sucedido en las horas que rodean a un acontecimiento vital como un infarto de miocardio. Por otra parte, existe un sesgo de supervivencia, puesto que sólo los pacientes que sobrevivieron al infarto de miocardio respondieron al cuestionario. Por último, no disponemos de los datos angiográficos, por lo que desconocemos el porcentaje de pacientes que presentaba realmente un síndrome de Tako Tsubo y no un síndrome coronario agudo. En cualquier caso, los resultados del presente estudio están en consonancia con otros publicados previamente y confirman, una vez más, la relación entre factores emocionales y la enfermedad cardiovascular. Como médicos, debemos ser conscientes de este hecho e incluirlo en el abordaje multidisciplinar de nuestros pacientes.
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