Muchos de los cambios morfológicos y fisiológicos que se producen durante el envejecimiento son similares a las alteraciones patológicas de los enfermos con insuficiencia cardiaca.
Es conocido que el propio proceso fisiológico de envejecimiento conlleva la aparición de alteraciones que favorecen la disfunción diastólica (como el aumento del colágeno y los depósitos de amiloide en el intersticio del miocardio o alteraciones en la recaptación del calcio intracelular) pero también existen otros que dificultan la función contráctil (como cierta desensibilización al estímulo betaadrenérgico, reducción de receptores dopaminérgicos que estimulan la contractilidad o aumento de la apoptosis de las fibras musculares).
Estos cambios hacen que el umbral que presentan los ancianos para el desarrollo del síndrome de insuficiencia cardiaca sea más bajo. Por ello, la incidencia de factores desencadenantes es alta en el anciano. Esto se debe a que el corazón anciano es particularmente susceptible a infecciones, fibrilación auricular, anemia, alteraciones dietéticas e incumplimiento terapéutico.
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