La angina estable es la forma más clásica de manifestación de la cardiopatía isquémica. La Angina pectoris fue descrita en 1772 por William Heberden para caracterizar un tipo de dolor expresado como “sensación de opresión y ansiedad en el tórax”, especialmente asociado al esfuerzo físico, aunque su causa subyacente no fue reconocida hasta unos años más tarde. El síndrome de angina de pecho estable es propio de la enfermedad arteriosclerosa obstructiva de los vasos coronarios epicárdicos, configura una clínica muy típica y reproducible, considerándose uno de los mejores ejemplos de cómo un buen interrogatorio puede identificar una enfermedad. La isquemia miocárdica inducida por el esfuerzo, consecuencia del aumento de demanda de consumo de oxígeno que la circulación coronaria no puede proporcionar, da origen a una patología invalidante en diverso grado, aunque con un pronóstico generalmente no adverso en comparación con el resto de manifestaciones de la enfermedad cardíaca, como son el infarto de miocardio, la insuficiencia cardíaca o las arritmias ventriculares malignas. El enfoque terapéutico de la angina estable puede variar mucho en función del grado de limitación funcional, así como de los indicadores de severidad de las pruebas de provocación de isquemia. Aunque la revascularización miocárdica ocupa un lugar importante en el manejo de estos pacientes, la angina estable es la forma más paradigmática en que el tratamiento médico conservador tiene un papel en la cardiopatía isquémica. Los betabloqueantes han constituido desde siempre el prototipo del tratamiento médico en la angina estable, no habiendo sido demostrada jamás una alternativa terapéutica superior en eficacia o seguridad. Probablemente en ello juega un papel determinante el que sean fármacos que actúan de un modo absolutamente racional sobre las bases fisiopatológicas de la angina de esfuerzo. En el presente capítulo se abordarán los mecanismos de actuación de los betabloqueantes en la angina estable, los estudios que han demostrado su eficacia, que compararemos con los de otros fármacos antianginosos tanto en monoterapia como en combinación y, finalmente, situaremos los betabloqueantes dentro del conjunto de actuaciones en los pacientes con angina estable, tal y como los han clasificado las principales guías de práctica clínica.
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