
Los fármacos betabloqueantes constituyen un pilar fundamental en el tratamiento de la insuficiencia cardiaca, desde el inicio de la misma durante la fase aguda del infarto hasta los estadios más avanzado con síntomas clínicos persistentes, especialmente si existe taquicardia sinusal.
Reducen la mortalidad total y cardiovascular, la muerte súbita, desminuyen el remodelado ventricular, la incidencia de arritmias y el reinfarto, mejorando además la capacidad funcional a largo plazo y son muy coste-efectivos.
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